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lunes, 3 de febrero de 2014

Te proponemos la lectura de un interesante libro, "Valores Humanos en la Empresa". 

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Extracto: Capítulo 3 “Comunicación”

«Cuando las personas hablan, escuche atentamente» (Ernest Hemingway)

Es imposible evitar la comunicación cuando los seres humanos están juntos. De alguna manera, intercambian información de forma consciente o inconsciente, verbal o no verbal. Siempre hay emisores y receptores. La palabra comunicación tiene la misma raíz que los términos comunidad y común; por eso es la base de cualquier relación humana.
Teniendo una importancia tan grande, es fácil entender por qué gran parte de los conflictos que existen entre los seres humanos está relacionada con problemas de comunicación. En la familia, en el trabajo, en la escuela y en la sociedad en general existe una ausencia crónica de claridad de ideas y de expresión. El caos de la entrada del milenio exacerbó este aspecto. En la época de nuestros padres y abuelos, ciertamente había más calidad en la comunicación, porque ellos dedicaban más tiempo a conversar sobre los retos de la vida.
Las presiones y los retos de nuestra era, la falta de tiempo para enfrentamos a los problemas personales y otros factores han afectado terriblemente a nuestra forma de comunicarnos. La frase del presentador brasileño Chacrinha sobre que quien no se comunica, se perjudica tiene su lado sombrío. La incapacidad de comunicarse adecuadamente acaba dividiendo e incluso aislando a los grupos y a los individuos. Podemos observar, por ejemplo, el crecimiento impresionante del índice de divorcios y separaciones.
Por la misma fuerza de las circunstancias, desarrollamos, con el paso del tiempo, una serie de ilusiones sobre lo que constituye una buena comunicación. Pensamos que las personas entienden todo lo que decimos, y los más arrogantes ni siquiera imaginan que tal vez no sean claros cuando hablan. Olvidan que el significado de la comunicación no está en la intención del emisor, sino en la reacción producida en el receptor. En efecto, nacemos con una boca y dos oídos. Por eso, debemos hacer un esfuerzo honesto para comprender a nuestro interlocutor y su momento personal, así como su mensaje y el contexto en el que se emite.
Nos cuesta entender que los mensajes y la información que inyectamos en la cabeza de nuestros interlocutores puedan tener el efecto contrario al que pretendíamos, provocando reacciones de indiferencia, de extrañeza y hasta de odio. No vemos ni oímos el mundo tal como es, sino como somos nosotros. 

Para cualquier información, llama a nuestro centro; 928 360 564 

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